A estas alturas nadie se sorprenderá si afirmamos que en una dieta que se precie de ser saludable y equilibrada no deben faltar frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, aceite de oliva, productos lácteos y fuentes de proteínas saludables ya sean de origen animal o vegetal. Y, de igual forma, deberíamos saber qué tipos de alimentos debemos desterrar de la dieta.
Durante las últimas décadas, el entorno alimentario ha cambiado de manera muy drástica, ya no nos alimentamos cómo se alimentaban nuestros abuelos e incluso, nuestros padres.
En estos últimos años ha habido un aumento significativo de alimentos procesados que están ampliamente disponibles, son ricos en calorías, pobres en nutrientes, asequibles y muy promocionados.
Lo complejo es que, al ojo, tientan a casi todos. El sabor y las texturas deseables de los alimentos procesados, combinados con el atractivo empaque y la amplia comercialización, están asociados con los sistemas de control del apetito en el cerebro que aumentan el hambre, la motivación por la comida y el valor de la recompensa de la comida y pueden resultar en una mayor ingesta de alimentos.
Además, los alimentos ultraprocesados se han asociado al aumento de enfermedades crónicas como diabetes, colesterol alto, hipertensión arterial, e incluso aumento del riesgo de algunos tipos de cánceres.
De hecho, una reciente investigación a cargo del Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de EEUU pone de manifiesto que un consumo de alimentos ultraprocesados prolongado en el tiempo puede conllevar un considerable aumento de peso y aumentar el riesgo de sufrir determinadas enfermedades tanto de carácter metabólico como cardiovascular.
Intentemos volver a lo natural, menos paquetes, menos ingredientes en las etiquetas, más comida casera y más comidas disfrutadas en familia.